Imagen generada por la herramienta de inteligencia artificial Dall-E 2El internet de las cosas avanza sin hacer ruido. Hay sensores smart thermostats y aparatos para todos los usos en el mercado. Te damos pistas para convertir una casa en inteligente con pequeños pasos y sin grandes desembolsos. Suponen ventajas en el día a día, pero aún existen muchas dudas sobre la seguridad y sobre cómo afecta a la la privacidad
06 mar 2023 . Actualizado a las 15:15 h.
La Inteligencia Artificial es la estrella del momento. Acapara titulares. Provoca debates. Es sometida a todo tipo de pruebas de estrés para intentar volverla loca y ver sus limitaciones. Fascina, pero de momento soluciona pocos problemas cotidianos (aunque sí hace ilustraciones como la que acompaña a este artículo). Ocurre lo contrario con otra de las grandes áreas tecnológicas llamadas a cambiar nuestras vidas a lo largo de esta década, el internet de las cosas. No hace ruido, pero avanza y permite traer ventajas en el día a día para el funcionamiento de los hogares.
Las casas conectadas ya son una realidad. En el mercado hay todo tipo de aparatos con la etiqueta smart, capaces de transmitir y recibir información. El mundo se vuelve ciberfísico. Se multiplican las conexiones. Tenemos a nuestra disposición todo tipo de sensores: de iluminación, de movimiento, de humos, de CO2, de inundaciones, de humedad (para activar deshumidificadores o para sistemas de riego), de temperatura (para poner en marcha de manera automática calefacciones o aire acondicionado), de apertura de puertas y ventanas (para activar una alarma o encender automáticamente una luz) e incluso de lluvia y viento. Tienen conexión y capacidad de escucha permanente. A cambio, pueden realizar acciones sin intervención del ser humano o simplemente enviar información.
Los sensores son la base de cualquier red de domótica. Hay dos estrategias básicas para convertir un hogar en conectado. Una, hacer una instalación completa adquiriendo un sistema con centralita y los accesorios necesarios (termostatos, cámaras, alarmas, sensores, enchufes inteligentes, monitores de consumo…). Por suerte, los tiempos en que había que hacer un máster para saber manejarlos (con códigos y procesos complejos) han pasado a la historia. Con un smartphone se simplifica todo. La ventaja de optar por esta fórmula es que, por regla general, solo hará falta usar una única aplicación para programar / controlar todos los dispositivos y recibir toda la información. Como contrapunto, supone un desembolso original más grande y puede suponer un mayor esfuerzo si se opta por la autoinstalación.
La segunda estrategia es tipo guerrilla. Consiste en ir probando con un dispositivo concreto para un uso determinado. Es una fórmula más asequible. Y si el usuario queda contento, se puede ampliar la gama de productos y servicios conectados, aunque en este caso hay que tener en cuenta la compatibilidad. No es buena idea tener demasiadas apps diferentes. Hace que manejar el sistema se vuelva más complicado -en muchos casos el problema es conectar el dispositivo al rúter- y también puede suponer riesgos para la seguridad y la privacidad.
Hay dos tipos de dispositivos que pueden servir como puerta de entrada a la domótica:
Donde antes había una simple bombilla, ahora puede haber una cámara que detecte los movimientos en la entrada de nuestra vivienda. No sustituye a un sistema de seguridad integral con alarma, pero sirven como dispositivo de vigilancia, alertan de intrusiones y se colocan en cualquier portalámparas con la rosca adecuada.
Tienen altavoz y micrófono. Los precios arrancan desde los diez euros. Por supuesto, como la mayoría de los objetos conectados, necesitan conectarse a la wifi del hogar e instalar una aplicación para el móvil. Normalmente, los dispositivos con mejor calidad suelen tener menos problemas a la hora de establecer la conexión.
A las cerraduras de toda la vida les ha salido competencia con las smart locks. Con un código, una huella digital o una autenticación en un móvil hacen la misma labor que una llave, franquear o cerrar el paso, pero además te avisan si alguien ha intentado acceder y te comunican quién ha entrado o salido mientras estás fuera. Su uso va en aumento. Una de las referencias del sector en Europa, la austríaca Nuki, dice haber vendido más de 133.000 unidades en el Viejo Continente a lo largo del pasado año.
Hay un amplio abanico de precios y de opciones. Una de las más básicas de la marca austríaca, a la venta en tiendas de bricolaje o de electrodomésticos, funciona con pilas y supone desembolsar unos 170 euros. No necesita hacer obras para instalarla. Y permite abrir la puerta con el móvil, pero no es compatible ni con Alexa ni con Google Assistant. El siguiente escalón de esta gama supone pagar unos cien euros más. A cambio ofrece una alimentación con batería recargable y más compatibilidad.
Uno de los grandes debates que rodea a la domótica y las casas conectadas es la compatibilidad de dispositivos, software, centralitas y dispositivos de control. Para evitar problemas como los que padecen los propietarios de móviles con sistemas operativos Android e iOS, los grandes de la industria llegaron a un pacto para lanzar un sistema estandar, Matter. Lo suscribieron en el 2019 Amazon, Apple, Google, Comcast y la Zigbee Alliance (Zigbee es un protocolo de comunicación inalámbrica de corto alcance y bajo consumo energético, eficiente en la transmisión de datos). Después se sumaron otras compañías con gran interés en el internet de las cosas, como Ikea o Huawei. Aún no hay grandes avances de cara al consumidor final, pero su llegada al mercado puede suponer un antes y un después para extender de forma sustancial el número de hogares conectados.
La facilidad de uso y configuración será clave para la popularización de esta tecnología, pero hay dos aristas que suavizar para que pueda darse una verdadera expansión: la seguridad y la privacidad.
«Inteligente no significa seguro». Este rotundo eslogan lo acuñó en el 2018 la empresa rusa Kaspersky. Quería llamar la atención sobre algo obvio: se multiplican las conexiones y las ventajas, pero también las amenazas. Si vivimos en un hogar conectado ya no solo podemos perder datos o dinero (como ocurre con las ciberestafas). En este contexto, cobra gran importancia blindar tanto el rúter -nuestra puerta de entrada y salida a internet- como el hub (centro de control, que gobierna, supervisa al resto de aparatos y vehicula la comunicación con el usuario). Corremos el riesgo de que alguien de fuera pueda manejar nuestra casa. O acceder a información clave.
Si nuestro teléfono móvil sabe a donde vamos, con quién hablamos y lo que buscamos. Un hogar completamente conectado atesora muchos más datos. Sin ellos no puede funcionar. Pero si ya había dudas sobre lo que hacen Alexa, Siri, Bixby o Google Assistant con lo que escuchan, ¿qué pasará con toda la información familiar? ¿Y cuándo la maneje una inteligencia artificial? Domótica inteligente: así serán las casas del futuro
Cerraduras que se abren mediante reconocimiento de la huella dactilar, dispensadores de comida para mascotas que funcionan de forma automática, sistemas de seguridad que apagan el fuego de la cocina si se queda encendido… Suena a película futurista, pero es el presente de la domótica, ese conjunto de sistemas y tecnologías que permiten automatizar una vivienda o edificio. Entonces, ¿qué nos espera en el futuro? Con la entrada de la Inteligencia Artificial (IA) en juego, las posibilidades se multiplican, explica Adrián, experto en IA de la academia de nuevas tecnologías Tokio School.
Aunque Adrián advierte que la implementación de la Inteligencia Artificial en la domótica aún no está afianzada, los sistemas actuales están más avanzados de lo que podría pensar cualquier persona. «Son instalaciones de varios dispositivos electrónicos que están conectados a internet y que automatizan todas las tareas que tienes en el hogar. Te ayudan en el día a día. Por ejemplo, pueden dar un servicio de ahorro energético con enchufes inteligentes que eliminan el consumo fantasma (ese que se produce por el simple hecho de tener un aparato conectado a la corriente, aunque esté apagado). O un servicio de seguridad mediante controles de inundación que cortan el paso del agua si un grifo se rompe. Incluso existen controladores de riego, con un sensor que mira la humedad de la tierra y, llegado a cierto límite, la riega», expone.